Algo Nuevo, Algo Prestado y Algo Azul

Fausto Amundarain

2020

 
 
 
 

“Me sirvo del cómic y la caricatura como lenguaje visual, ya por naturaleza nostálgicos y presentes en la memoria colectiva, para explorar el pasado y el momento en el que estas imágenes se desarrollaron. La obra es el paso de un punto a otro, el estudio y reconversión de la imagen original en otra. Intervengo la imagen de base agregando y quitando elementos, desarrollando las líneas que componen la imagen total y llevándola a una escala donde el trazo original cambia completamente, sacándolo de contexto y convirtiéndolo en otro aparentemente inalcanzable”.

-Fausto Amundarain.

Algo nuevo, algo prestado y algo azul es, a la vez, una declaración de intenciones y un deseo de buena suerte. Esta exposición es un canto al futuro con la mirada puesta en el pasado, como aquel ángel del que hablaba Walter Benjamin.

Cuando nos acercamos al trabajo de Fausto Amundarain lo que apreciamos son tres elementos que lo articulan todo: el objeto encontrado, el extrañamiento y la reinterpretación. Su obra nos habla desde el principio de estas tres formas que se van engarzando de distintas maneras y van produciendo su particular universo, en constante evolución, pero manteniendo siempre una unidad. La presente muestra es una etapa más en el devenir del artista, pero con la peculiaridad de haber alcanzado un nuevo estado de conciencia, de haberse situado en unas nuevas coordenadas desde las que operar y continuar su trabajo.

En esta nueva obra Fausto parece encontrar en los recursos narrativos del cómic una fuente inagotable de inspiración. Ha sido habitual desde los años 50 encontrar acercamientos y diálogos entre las bellas artes y el mundo del cómic, aunque por lo habitual desde la lejanía que supone tomar exclusivamente a sus personajes como fuente de inspiración o como reclamo para las masas. En este caso el interés es otro: profundizar en el cómic como medio de expresión y realizar una obra metalingüística donde se subrayan los recursos narrativos que generan la acción, convirtiéndolos en elementos de expresión con entidad propia.

En un primer acercamiento los escenarios que nos presenta no parecen ser ajenos, pero a medida que uno se adentra en esas grandes composiciones, entre toda esa maleza, el paisaje va produciendo una sensación de extrañamiento; casi pudiera pensarse que ese lugar donde transcurre la acción (sea cual ésta sea, y en este caso la inconcreción es soberanamente necesaria) no es verosímil. Lo mismo ocurre con los rostros que nos encontramos. Unas caras que podrían resultarnos familiares en primera instancia, como cuando cruzas tu camino con alguien por la calle y piensas en otros tantos rostros semejantes, pero cuyos rasgos acaban distorsionándose en esa otra maleza que comporta su trabajo a través de capas.

Así, las obras presentadas, originadas a partir de cómics de los años 50 y 70, terminan de conformar una línea de trabajo que venía configurando el artista venezolano, devolviendo unas imágenes nuevas, que emplazan al espectador a un mundo donde la sutileza y el detalle son las características principales.